2 de julio
Martes XIII
Mt 8, 23-27 Señor, sálvanos, que nos hundimos
Esta súplica desesperada pones tú mismo en mis labios para que hoy la dirija a ti en nombre de todos los que sienten que el suelo se abre bajo sus pies, que las tormentas de la vida les hacen zozobrar, que los huracanes, los ciclones, los tornados, les levantan y les llevan, desasidos de todo, a quién sabe dónde, por los que sufren su propio pecado sin saber que se pueden volver a ti y encontrar en ti la tierra firme, la salvación.
Me hundo en el desierto
de mis arenas y mis zozobras
alejada de tu oasis
del jardín de tus delicias
donde como y bebo de balde.
¡Señor, sálvanos, que nos hundimos! Hoy quiero unirme a los apóstoles, pedirte humildemente que nos ayudes a todos lo que formamos la Iglesia. Muchos vientos huracanados quieren hacerte invisible, pero en ellos siempre estás Tú. Sé que nunca nos abandonas a nuestra suerte. Mi confianza en Ti, es plena, aún reconociendo mis miserias.