23 de abril
Martes IV de pascua
Jn 10, 22-30 Mis ovejas escuchan mi voz
Por tercera vez me preguntas, en el silencio del lecho florido, si escucho tu voz que me dice vuélvete paloma que el ciervo vulnerado por el otero asoma y fresco toma. Tu voz potente, tu voz magnífica, tu voz tierna, tu voz que sosiega mis noches y abre a la claridad de tu luz los sueños que me oprimen, en par de los levantes de la aurora. Tu voz, música callada, soledad sonora, voz que recrea y enamora. Voz que me viste de paz, de felicidad.
Tu silbo de amor
me conduce a fuentes
desgarradoras
El que ama, escucha al amado.
Yo, deseo estar siempre atenta a tu voz, saber que me dices, cual es mi actitud ante lo que me pides.
Ya que siempre me guías con amor y sabiduría.
Todo mi ser estalla cuando intuyo tu presencia
y todo él muere consumido por tu ausencia
Señor, escuchar tu voz, la voz del pastor que cuida, busca y protege. Voz dulce que acaricia, voz constante que ayuda, voz tranquila que protege, voz que me ayuda a dormir cada noche, voz que me despierta en la mañana y me empuja a trabajar, a luchar y a proclamar tu caricia, tu ayuda, tu protección y tu palabra. Voz del pastor, tu voz, Señor…