30 de abril
Jueves IV de Pascua
Salmo 88 Cantaré eternamente tus misericordias, Señor
En el silencio de la tierra canto tus misericordia. En lo oculto, canto tu misericordia. En el no ser canto tu ser que me da el ser por toda la eternidad, que me colma de gracia y de ternura. Cada minuto, cada hora, cada día, cada mes, cada año. Cada suspiro, cada aliento, cada respiración. Cuando me siento y me levanto. Cada latido de mi corazón. Todo mi ser, cada instante, de por vida, canta tu misericordia, Señor.
Tu misericordia, Señor, es inmensa, pues perdonas, una y otra vez nuestra indiferencia hacia el que sufre las inclemencias de la exclusión social, y a veces racial, el abandono, etc.
Y sólo tu amor que nos abraza, día tras día, hace que en el fondo del alma brote el deseo de desterrar el olvido. Y, que a pesar de ser el último jornalero que contrataste, ofrecerte el anhelo de trabajar en tu viñedo.