13 de enero
Viernes I
Mc 2, 1-12 Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios
Tras el milagro la gente se queda admirada…y entra en una dinámica de reconocerte como salvador, y por lo tanto de dar gloria a Dios. Dar gloria a Dios: por tu presencia, por lo que veo, por lo que no acierto a contemplar, por lo que sucede, por los mecanismos de salvación que no acierto a comprender. Dar gloria a Dios porque de Ti procede todo bien.
Me quedo con la actitud de Jesús.
Viendo tanto esfuerzo por llegar a él, hace el milagro tan deseado por el paralítico.
Estoy segura que de igual forma espera mi conversión, mi acercamiento a Él.
Creo que valoramos poco el sacramento de la penitencia, a mi me impresiona, sé que Jesús me da su perdón, me acoge con amor , también me dice como al paralítico; Hija, tus pecados te son perdonados, vete en paz y no peques más. ¡¡Gracias Señor!!
Con un gesto apenas perceptible curas nuestra angustia, nuestros temores, nuestra indiferencia. Lo invisible se hace presente y dejas que te veamos actuando en la tierra, en nuestra vida . Qué facil es olvidarte cuando la alabanza se retira de mi boca.
Tras el milagro todos se quedan atónitos y dan gloria a Dios.
Dar gloria a Dios por lo que veo y por lo que no veo, por lo que percibo y por lo que no me doy cuenta, porque todo viene de ti, Señor, y tú estás presente en mi vida, en mi trabajo, en mi sueño, en mi caminar, en mi descanso.
Hoy doy gracias por las personas que me acercaron a Jesús como esos cuatro que descolgaron la camilla del paralítico y se esforzaron en que llegara a los pies del Maestro. Yo también necesité que otros me llevaran a Jesús, me presentaran y se esforzaran en que le conociera. Gracias a ellos porque sus nombres y apellidos siguen presente en mi corazón.
Mi cansancio que a ellos descanse.