20 de noviembre
Miércoles XXXIII
Mac 7, 1.20-31 Viendo morir a sus siete hijos en un día, soportó con entereza.
Lo soportó con entereza, esperando en ti. Con temple viril y ternura femenina, a la vez. Vienen también a mi corazón tantas madres, y padres, que ven morir a sus hijos, a uno tras otro, en la sin razón de la guerra, del hambre, de la precariedad, de la miseria. Hombres y mujeres que se vuelven a ti e imploran que tú vuelvas hacia ellos tus ojos misericordiosos, para no perder, en medio de la desolación, la esperanza de saber, ¡de qué manera!, que tú eres un Dios de vivios y no de muertos.
¡¡Admirable testimonio de una madre, que sabe que la vida recibida de sus hijos es obra Tuya!!
Estar llena de tu espíritu, ser consecuente con fe, es mi gran anhelo.
¿Qué esperáis?
¿un momento de duda para cercarme?
¿un instante de fragilidad para matarme?
¿No sabéis que la vida se alcanza muriendo y la muerte viviendo?