Ya I

25 de noviembre
Jueves XXXIV
Lc, 20-28 Cuando comience a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación

Los signos del Apocalipsis ya están presentes en medio de nuestra sociedad, en nuestro mundo. No hace falta describirlos para descubrirlos. Ahí, en medio de la desolación más brutal, del abatimiento, se yergue la liberación que nos ofreces. Para ello me urges a levantarme, a dejar de ser esclavo postrado, a alzar la cabeza y contemplarte en medio de todo.

Perseverancia

24 de noviembre
Miércoles XXXIV
Lc 21, 12-19 Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Perseverancia, fidelidad, constancia…dones que recibo de ti, como todos los dones que vienen de tu misericordia. Mantenerme estable en lo que te he prometido. No desfallecer en el camino emprendido. Ser fiel a la vocaión que me has regalado, con la que me has bendecido. ¿Cómo sin tu don?  Son tus dones, Señor, los que me alcanzan la salvación.

El engaño

23 de noviembre
Martes XXXIV

Lc 21, 5-11 Cuidado en que nadie os engañe

Escucho tu recomendación, Señor, y antes de ponerme a pensar en los engaños que vienen de fuera, y que achaco siempre a los que no piensan como yo, a los que siento me amenazan de algún modo, me doy cuenta que los peores engaños son los que residen en mi interior, con los que trato de engañarme ante Ti, Señor, tú que eres la verdad. Y en ella la libertad y la vida.

Entregarse

22 de noviembre
Lunes XXXIV
Lc 21, 1-4 Ha echado todo lo que tenía para vivir

Desprendimiento de la pobre viuda, que por amor comparte, que por amor se entrega, que por amor se despoja de todo, radicalmente. Por amor a ti y la humanidad. La viuda se da sin reservas, da su vida en ese gesto que pasa desapercibido y suscita tu alabanza, Señor. Pongo ante Ti a todas las monjas de clausura, a todas las contemplativas, que te ofrecen todo. A Ti.

 

Rey del universo

21 de noviembre
Jesucristo, Rey del universo
Col 1, 12-20 Porque en El quiso Dios que residiera toda la plenitud

En esta solemnidad de Cristo Rey, Señor, recibo de ti la llamada a la plenitud que tienes desde la creación del mundo, de la que me haces partícipe al insertarme en ti por el bautismo. Tú, Señor de todo. Tú, primogénito de toda criatura. Tú el que reconcilias  a todos los seres, haciendo la paz por la sangre de tu cruz. En la cruz eres Rey. Tú, Cristo Rey.

Apocalipsis VI

20 de noviembre
Sábado XXXIII

Ap 11, 4-12 Al cabo de tres días un aliento de vida entró en ellos

Un aliento de vida enviado por Ti, Señor, que vivifica los muertos, da vida a lo que la ha perdido, restaura, renueva, llama, convoca a participar de tu vida sin fin, alfa y omega de nuestra existencia. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, fuente de vida y plenitud verdadera.

Apocalipsis V

19 de noviembre
Viernes XXXIII

Ap 10, 8-11 Cogí el librito y me lo comí

Habías asegurado que al paladar sería dulce como la miel, que el estómago ardería.  Rumio tu palabra, la digiero, y me escuecen las entrañas porque me llamas a proclamar tu verdad. Así es tu palabra, Señor, que cae como la lluvia y fecunda mi tierra. Y hace que me abra para que germine la semilla. Y al abrirme me rompo, me duele. Porque me llamas a proclamar tu verdad.

Apocalipsis IV

18 de noviembre
Jueves XXXIII

Ap 5, 1-10 Vi  un Cordero en pié; se notaba que lo habían degollado

En la visión de Juan, Señor, tú eres el Cordero Degollado, el que abre lo que estaba cerrado, el que permite leer el libro de la vida, el que nos introduce en una existencia real más allá de la existencia que percibimos. Tú, que recibes las copas de oro que son las oraciones de los santos, como himnos de alabanza, con tu sangre comparte para Dios hombres de toda raza, pueblo y nación.

Apocalipsis III

17 de noviembre
Miércoles XXXIII
Ap 4, 1-11 El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate

Visión de tu gloria. En la eternidad te contemplaré y quedaré radiante. Ya ahora busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro. Tu hermosura, tu belleza, tu gloria, tu majestad. Visión que no alcanzo a vislumbrar, de la que hoy el Apocalipsis trae un eco lejano. Y tu palabra pone palabra en mi boca “Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor”

Apocalipsis II

16 de noviembre
Martes XXXIII

Ap 3, 1-6. 14-22 Conozco tus obras, y no eres ni frío ni caliente.

Reproche que acepto, Señor, que me deja mudo. Solo ante ti, en oración, confiando que en tu misericordia no me vomitarás de tu boca, que una vez más me das la oportunidad de ser  de verdad un en ti, vacío radical. Se que estás a la puerta, llamando. Me llamas hoy. Quiero abrirte. Que entres, que comamos juntos: acercarme al don de la eucaristía, ser transformado en ti.