Destrucción

27 de noviembre
Martes XXXIV

Lc 21, 5-11 Todo será destruido

Nada puede ser destruido si no hay nada más que el todo que permanece en ti. Todo puede ser destruido cuando todo es la superficialidad, la banalidad, la inconsistencia, lo insustancial, lo efímero, lo caduco de la vida donde ponemos nuestros apegos. No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido. Solo tú, en la intimidad más íntima del ser, allí en la profundidad donde renace la paz, solo tú permaneces por los siglos de los siglos. Amén.

Desprenderse de sí

26 de noviembre
Lunes XXXIV

Lc 21, 1- 4 Ha echado todo lo que tenía para vivir

Echar mi vida: ponerla a disposición del más necesitado, del pobre, del afligido, del que no tiene. Dar, donar, donarme. Sin esperar nada a cambio. Sin medir las consecuencias. Confiando solamente en Ti, Señor, en tu generosidad que no tiene límites ni medida. Contemplando el darse de tu amor en la cruz. En estos tiempos de crisis económica, ante tanta necesidad, darme, Señor, y darte en el prójimo mi ser, lleno de tu riqueza, lleno de la abundancia con que tú me regalas.

Ojo que ve

25 de noviembre
Jesucristo, Rey del universo

Ap 1, 5-8 Todo ojo lo verá

Todos reconoceremos, Señor, en el último día –que es hoy mismo- tu poder real, tu dominio de siervo; miraremos al que traspasaron, al colgado de un madero, al crucificado en el trono de la gloria, y comprenderemos que tu Reino no tiene fin, que eres eterno, que no conoces el ocaso, que tu aurora permanece en nuestras vidas. Tú, Señor, eres el rey del universo, sencillo y manso como un cordero santo. A ti la gloria por los siglos de los siglos, amén.

Aliento

24 de noviembre
Sábado XXXIII

Ap 11, 4-12 Un aliento de vida entró en ellos

Soy ser porque tú me alientas, Señor, y me das la vida con tu Espíritu de vida. De mis muertes me sacas con tu aliento. Tu aliento me llama a ser vivo en el don de tu ser para mí. Tu aliento me alienta, me renueva, me reconstituye. ¿A dónde iré dejo de tu aliento? ¿Por qué soy tan torpe para entenderme en ti, y recocer el soplo de tu creación, la brisa de tu amor?

Alimento

23 de noviembre
Viernes XXXIII

Ap 10, 8-11 Cogí el libro y me lo comí

Nutrirme de tu ser, alimentarme con tu palabra, dejar que se haga en mí, que me haga para ti. Abrir mis ojos a la lectura de tu Palabra, mis oídos a la escucha de tu Palabra, acercarme a la puerta en la que me estás ofreciendo las maravillas de tu amor con nosotros, la narración de tu salvación en la historia, que es mi historia de salvación. Calle mi carne ante ti, Señor, y sea mi carne canto de alabanza para tu gloria.


Calle la carne

21 de noviembre
La prestación de la Santísima Virgen

Za 2, 14-17 Calle toda carne ante el Señor

En silencio. En tu silencio. En el silencio. Presentarme ante Ti. Ser presentado. En el silencio que todo lo abarca, que lo renueva todo, que lo transforma todo. En el silencio del universo creado por ti. En el silencio con el que antes de la creación del mundo has dispuesto que sea para ti, que en ti sea, me mueva, exista. En el silencio de tu templo encarnado, para proclamar tu grandeza y alegrar mi Espíritu en el que me alegra. Que calle mi carne y muera yo.

Tibio

20 de noviembre
Martes XXXIII

Ap 3, 1-6.14-22 No eres ni frío ni caliente

Tengo nombre de vivo pero estoy muerto. Creo que estoy en vela pero me va a sorprender el ladrón. No soy frío ni caliente. Soy desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Si me dejo llevar por las acusaciones del apocalipsis encuentro, Señor, reflejado lo que soy sin pretenderlo, sin darme cuenta. Pero encuentro a lo que me llamas: a reanimar lo que queda, a ser vestido por tu gloria, a participar de su victoria sobre el mal. Revísteme de tu belleza y déjame morir en ti.

Dichosa lectura

19 de noviembre
Lunes XXXIII

Ap 1,1-4. 2,1-5ª Dichoso el que lee y dichoso los que escuchan las palabras

Dichoso soy cuando abro los ojos y leo en tu palabra, y en la realidad admiro tu palabra encarnada, tu ser que se manifiesta en lo escondido entre líneas. Dichoso, Señor, cuando escucho tu palabra, y me vacío para acogerla, y me hago seno de tu encarnación. Dichoso cuando escucho tu voz, tu susurro, tu bramido, en la realidad de nuestro mundo que clama hacia ti en medio del apocalipsis de nuestro mundo actual. Dame ojos para verte y oídos para escucharte.

A la puerta

18 de noviembre
XXXIII Domingo

Mc 13, 24-32 El está cerca, a la puerta

Estás a la puerta y llamas. Tú eres la puerta. Todas las puertas están entornadas para que entremos a tu presencia. Tú traspasas nuestras puertas. Toda la realidad es una puerta que me conduce a Ti, Señor del universo. Entrar por tu puerta, porque tú estás cerca, porque tú llamas. Entrar a través de una mirada nueva, iluminada. Entrar por la puerta de la higuera, pues cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabemos que el estío está cerca.