11 de septiembre
Martes XXIII
Lc 6, 12-19 Subió Jesús a la montaña a orar
Llévame contigo a la montaña, Señor. Introdúceme en tu silencio de amor, en la intimidad gloriosa que tienes con el Padre, en la unión suave y dulce, tan tierna y delicada, con el espíritu, que abrasa, fortalece, rompe y rasga el corazón. Ser orante solo desde tu oración, en silencio, en soledad, en adoración humilde y desaparecida. Ora en mi, sin que yo sepa cómo. Mis noche, en vela contigo. Donde tu eres luz.
Bienaventurada tú, que ahora lloras sin consuelo porque sabrás acoger con generosidad una mano amiga
Bienaventurada tú, que ahora estás en el pozo del lamento porque tus ansias de vida te abrirán las puertas del cielo
Bienaventurado tú, amigo, porque en medio de la desesperación y abandono serás consciente de que el hombre está hecho para la felicidad eterna
Bienaventurados los pobres, deshederados, despojados, abandonados, condenados y humillados porque de ellos es la oportunidad de abrirse a tu reino en la tierra
Amén
¡¡Gran lección me dejas Jesús!! Tú, encaminas mis pasos hacía ti, con el encuentro en la oración.
Me dejas claro que sin Ella, nada tiene pleno sentido. ¡¡Ayúdame Señor, para que cada día tenga más encuentro personales contigo!!