16 de enero
Jueves I
Mc 1, 40-45 Si quieres puedes limpiarme
Te repito la oración que tantas veces te he hecho, que tantas veces has respondido. Si quieres puedes limpiarme, Señor, confío en ti. Solo tú puedes librarme de mi mismo. Solo tú puedes llevarme ante el hermano que está solo y desesperado, ante quien se siente explotado y deprimido. Solo tú, Señor, puedes hacer obras grandes en mí. Abrázame en tu ternura y en tu misericordia, sálvame.
Te matamos con nuestras peticiones de venganza,
con nuestra soberbia,
con nuestras manos llenas de codicia.
Te matamos al invocarte en nuestro provecho,
en nuestro afán de artificio,
en nuestras voces disonantes.
Te matamos y nunca mueres
porque nuestro anhelo de Dios es más fuerte que la debilidad humana
Si quieres puedes limpiarme. Solo tú, Señor, puedes limpiarme de mis lepras, de mis envidias, de mis miedos, de mis comodidades, de mis perezas, de mis egoismos… Solo tú puedes hacerme sentir la limpieza del que abraza, del que acoge, del que se mueve, se mancha y se moja para ayudar al de enfrente. Si quieres, puedes. Yo, Señor, quiero estar limpia.