21 de junio
Domingo XII
Mc 4, 35-42 Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Maestro, Señor Jesús, ¿no ves que confío en ti? ¿No te das cuenta que te sigo con buena voluntad, que estoy atento a tu palabra, que quiero cumplir tu voluntad? ¿Por qué? ¿Por qué esta zozobra, la virulencia de la tempestad, que está a punto de hacerme naufragar? ¿Es que no ten importa? ¿Por qué pareces ausente? Tú también me interrogas: ¿por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Maestro ¿no te importa que nos hundamos?. Te noto dormido, te noto lejano, te noto cerrado a mis gritos de socorro. Duermes mientras yo me hundo, duermes mientras el miedo me atenaza, duermes y no escuchas que te llamo, que suplico tu ayuda porque no sé lo que hacer, estás ausente, estás sordo, y yo aquí llorando y llamandote en mi fatiga. Ahora solo quiero oir de tus labios que por que soy tan cobarde, que si no tengo fe. Dímelo, Señor, escuchame y contestame porque me hundo.
Gracias por traer a mis oídos, precisamente hoy, este Evangelio.