9 de enero
Jueves después de epifanía
Mc 6, 45-52 Ánimo, soy yo, no tengáis miedo
Ánimo, porque he soplado mi aliento y te he constituido en mi amor, te he coronado de gloria y majestad. Ánimo porque estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo. Ánimo porque eres mío y tu ser permanece donde no hay ladrón que lo pueda robar, ni polilla que lo pueda deteriorar, eres mi tesoro, en el que derramo misericordia. Ánimo, no temas cuando pienses ver un fantasma, no te sobrecojas, ¿dónde está el fantasma? Yo estoy en ti, soy tu.
Tengo toda mi confianza puesta en ti Señor.
Sé que siempre me asistes en toda las dificultades de la vida.
¡¡Te amo con todo mi corazón!!
Míralo, míralo, míralo y no dejes de mirarlo, solo así tus ojos reflejarán su rostro
«Animo, soy yo, no tengais miedo». Me dejo acariciar por esta voz de Jesús cuando mi barco se hunde, cuando el fantasma del miedo aparece en mi vida, cuando la presencia de un mal me angustia el corazón.
Señor, ya no hay fantasmas, no hay peligro, tú estás ahí siempre pendiente de mis miedos, apareces sujetandome cuando me hundo y me animas a seguir, a no llorar, a no pararme aunque me esté hundiendo en el pozo. No me faltes nunca, Señor, no dejes que me aleje de tu mano protectora porque, seguir yo sola, no puedo.