4 de abril
Miércoles santo
Mt 26, 14-25 Deseo celebrar la Pascua en tu casa
Siempre viniendo. Siempre. Siempre. Siempre. Tu deseo superando todas mis expectativas. Abriéndome a horizontes inimaginables de intimidad gozosa. Entras en mí y penetrando en lo más íntimo de mí ser donado te haces paso para mí, te haces salvación ofrecida, te haces invitación de vida abundante. Vienes a celebrar la Pascua conmigo. Deja que te ponga la mesa ofrecida de mi ser que te adora y se maravilla en tu don.
¡¡Mi deseo es celebrar la Pascua contigo Señor!!
Para ello preparo mi casa, me purifico, intento cambiar aquello que no es grato a tus ojos.
Pero no quiero que sea sólo en éste tiempo tan fundamental para nuestra fe.
En mi peregrinar hacía el encuentro, deseo seguir siempre celebrando la Pascua junto a Ti.
¡¡Ayúdame Señor!!
¿Cuándo caemos en la noche? ¿cuando nos asustamos ante tu presencia y lo que supone en nuestra vida o cuando ante nuestra indecisión te alejas? ¿es quizás cuando nos entregamos a ti por completo fundiéndonos en tu misterio? ¿son dos noches, una por cercanía y otra en la lejanía?. Sólo aquella que me hace decir „no veo nada, pero todo está bien“ es la que yo deseo.
En mi pobre casa, Señor, quieres celebrar la Pascua. Y yo no te escuchaba, creía que no me lo decías a mí, no me daba cuenta que era a mí a quien te dirigías.
Gracias, Señor, por fijarte en mí, en mi pobreza y en mi humildad. Yo no soy digna de que entres en mi casa…
Dejame que la prepare, que la cuide, que la llene con mis obras, que la vacíe de mis envidias y mis miedos, y celebraré la Pascua contigo.
Ayúdame, Señor.