20 de julio
Domingo XVI
Rm 8, 26-27 El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad
Y la debilidad es tan manifiesta, Señor, tan palpable, tan imbricada en mi propia existencia, que solo puedo acudir a ti. Cierto es que no se pedir lo que me conviene, que por eso tu Espíritu intercede por mí con gemidos inefables, y me hace pedirte lo que sé que me das siempre: tu gracia y tu perdón, tu fortaleza y tu descanso, su amor.
¡¡Gracias Señor!! Tú Espíritu siempre me guía, me ayuda a superas mis flaquezas, a poner toda mi confianza en Ti.