24 de noviembre
Martes XXXIV
Lc 21, 5-11 Cuando oigáis noticias de guerras y revoluciones
Catástrofes humanitarias que se deben a nuestra voluntad de hombres y mujeres violentos y sin razón: guerras y barbaries, atentados terroristas, refugiados sin tener a dónde ir, todos aquellos que padecen nuestra falta de solidaridad mundial, todos los días ante nuestros ojos las imágenes del terror, las palabras de repulsa que se tornan vacías y sin voluntad, porque sólo tú, Señor, puedes cambiar nuestro egoísmo en la generosidad que es fruto de tu amor.
¡No puede ser más claro el Evangelio de hoy, ni más actual!
Pero desgraciadamente nos hacemos los sordos.
En mi corazón anida la esperanza de un mundo mejor, más fraterno, se lo pido a Dios con todas mis fuerzas.
Sin duda es tiempo de acercamiento hacia el que sufre, de proximidad al que se siente rechazado, como también lo hacía patente la Madre Teresa de Calcuta:»…cuando yo estaba hundido, tú compartiste mi pena…»
Dame ojos de niña y corazón pequeño
para que no anide el rencor
Llévame en tus alas de cóndor
y elévame más allá del miedo
No me cuentes lo que pasa
ni dejes que mis ojos vean tanto abismo
Sepárame, protégeme, cuídame
escucha mi lamento
Señor, cambia nuestro egoísmo en caridad. Nuestro odio en amor. Nuestra envidia en compartir. Nuestro mirar para otro lado en solidaridad. Nuestra avaricia en generosidad. Nuestro orgullo en sencillez. Nuestra superioridades en sonrisas… Solo así escucharemos la Buena Noticia del Evangelio y viviremos el Amor que tú nos enseñas. Solo así habrá paz.