Preparad los caminos

9 de diciembre
II domingo de adviento

Lc 3, 1-6 Preparad el camino del Señor

Allana tus senderos, eleva tus valles, endereza lo torcido, iguala lo escabroso. Despójate de tus vestiduras de triunfo, renuncia a tus pretensiones. Sumérgete en lo escondido, en lo desconocido, en lo oculto. Date sin esperar nada a cambio. Renuncia a toda posesión, desenmascárate, quítate las armaduras. Ríndete en paz, sin avaricias. Con docilidad y dulzura, olvidado de ti, prepara los caminos del que está viniendo para salvarte.


Inmaculada Concepción

8 de diciembre
Inmaculada Concepción de María

Lc 1, 26-28 Alégrate María, llena de gracia.

Alégrate, ya no hay motivo para la tristeza. Alégrate, no temas, el Señor está contigo. No temas, porque viene a lo mas profundo de tu ser y entra en tu seno, que ahora ya es seno de salvación, de liberación, de dicha sin fin. Manantial de vida y abundancia. Alégrate porque de la Inmaculada recibes al redentor de tus pecados.

Pronto muy pronto

7 de diciembre
Viernes I de adviento

Is 29, 17-24 Pronto muy pronto
Inminencia, cercanía, un ya. De un mundo al otro hay tan solo un instante. De ti a mí una fugacidad eterna. Estás a la puerta y llamas. Estás viniendo. Con la dinámica transformadora de la salvación. Con la fuerza de tu debilidad. Con la belleza humilde que pasa desapercibida. Transfiguras todo, todo lo llevas al más allá del más acá. Los ciegos ven, los oprimidos se alegran y danzan los cojos en el desierto convertido en vergel.

Abrid las puertas

6 de diciembre
Jueves I de adviento

Is 26, 1-6 Abrid las puertas

Abre las puertas, suelta los cerrojos, derrumba las murallas y baluartes, para que entres en la fortaleza de mi moradas ignotas, en el mar profundo y abisal donde yacen mis oscuridades. Abre las puertas, derrota mis resistencias, vénceme y lléname de ti, roca perpetua donde se asienta el mundo. ¡Ven. Señor Jesús!

Festín suculento

5 de diciembre
Miércoles I de adviento

Is 25, 6-10 Un festín de manjares suculentos

Es lo que preparas para mí, para tu elegido. Un festín de manjares suculentos, un festín de vino de solera. Manjares enjundiosos, vinos generosos. Y tu abundancia me emborracha, me sacia, colma mis anhelos. Tu generosidad abisma mi corazón en los horizontes infinitos de tu amor. Me trastornas, me consumes, me derrotas, me aligeras de mi mismo. Aquí está nuestro Dios. Celebremos y gocemos con su salvación. ¡Ven. Señor Jesús!

Tu Espíritu

4 de diciembre
Martes I de adviento

Isa 11, 1-10 Sobre él se posará el espíritu del Señor

Tu Espíritu, Señor, que viene y aletea. Llega y anima. Entra y consolida. Penetra y nutre. Tu Espíritu que nos es ofrecido cada día, pues cada día estás viniendo a mí como prudencia y sabiduría, consejo y valentía, ciencia y amor. Tu Espíritu que me ciñe en justicia y lealtad. Tú Espíritu que me urge a dar tu buena noticia, a ofrecer tu año de Gracia y Salvación a los pobres y abatidos de nuestro mundo. Tu Espíritu que hace nido en mí. ¡Ven. Señor Jesús!

Caminar a tu luz

3 de diciembre
Lunes I adviento

Is 2, 1-5 Ven, caminemos a la luz del Señor

Porque vienes, Señor, hacia nosotros tenemos la posibilidad de ir hacia ti. ¡Ven, caminemos a la luz del Señor!, se dice la Iglesia expectante a través de tu misma Palabra. Ven, no te quedes quieto, ponte en movimiento hacia el encuentro con el redentor. Ven, sal de tus tinieblas y entra en la luz admirable que te es dada, que ya viene, que está cerca. Tú nuestro movimiento. Tú nuestra luz y nuestro camino. Señor. ¡Ven. Señor Jesús!

Despiertos bis

2 de diciembre
I Domingo de Adviento

Lc 21, 34-36 Estad despiertos

El mismo evangelio de ayer. La misma meditación podría brotar del corazón. Sin embargo de los profundo me sale, al comenzar este adviento, una antigua súplica, el anhelo de la humanidad expresado en una sencilla oración que quiero me acompañe a lo lardo de todos estos días: Maranatha, ¡Ven. Señor Jesús!

Despiertos

1 de diciembre
Sábado XXXIV

Lc 21, 34-36 Estad despiertos

Estemos despiertos, en vela, vigilantes, con una actitud atenta a lo que está sucediendo a nuestro alrededor, a los acontecimientos sociales, económicos, políticos, que muchas veces se nos presentan con tintes apocalípticos. Estemos despiertos, con los ojos abiertos y el corazón dispuesto, pues en todo ello estás tú, Señor Y Salvador nuestro, viniendo y llamándonos a estar en ti.

Fe del corazón

30 de noviembre
San Andrés

Rm 10, 9-18 Por la fe del corazón llegamos a la salvación

En el corazón, la fe; la fe entrañada, anidada en el corazón, bombeando confianza a todos los rincones de mi ser. La fe en Ti, Señor; la confianza en ti; la seguridad de tu amor recorriendo cada rincón de mi cuerpo, cada instante de mi tiempo, cada destello de mi pensamiento. La fe de saberte vivo y vivificándome, aunque no sepa cómo. La fe que me mueve hacia ti, Señor. La fe que no es en primer lugar creencia de una doctrina sino experiencia de mi ser en tu ser. La fe del corazón, en tu corazón herido.