Mi alivio

11 de diciembre
Miércoles II de adviento

Mt 11, 28-30 Yo os aliviaré

Venid a mí todos los que estáis casados y agobiados, y yo os aliviaré. Escucho tu Palabra, Señor, y me digo que tú perdonas todas mis culpas, curas todas mis enfermedades, rescatas mi vida de la fosa, me colmas de gracia y de ternura. Tu compasión y tu misericordia es un bálsamo que reconforta. Gracias, Señor, porque quien se acerca a ti encuentra el verdadero descanso en medio de las vicisitudes de la vida.

12.11

Consolad

10 de diciembre
Martes II de adviento

Is 40, 1-11 Consolad, consolad a mi pueblo

Consolad, consolad a mi pueblo, a eso llamas a tu Iglesia, a que sea consuelo de los afligidos y atribulados, de los marginados y empobrecidos, de los que buscan sin saber lo que buscan, de los hombres y mujeres de nuestro mundo que anhelan una buena noticia de salvación. Consolad con mi ternura y mi misericordia, consolad dando mi paz, consolad en mi nombre, pues no quiero que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

12.10

Juan Diego

9 de diciembre
San Juan Diego de Cuachtlatoatzin

Is 35, 1-10 Viene en persona, no temáis

Sencillo, con capacidad de admirar y percibir tu presencia divina, que me llega a través de María. Sencillo como el indio Juan Diego querría ser, Señor, para acogerte cuando vengas en persona a visitar mi vida, a entrar en lo que es tuyo para hacerme de una vez por toda lo que soy, santo e irreprochable en ti por el amor. María, en la advocación de Guadalupe, me sigue dando un ejemplo de fe para acogerte. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?

12.09

Inmaculada

8 de diciembre
Inmaculada Concepción

Lc 1, 26-38 Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Maravilla, veinte siglos después, el saludo que le mandas a María a través de Gabriel. Maravilla que te fijes, Señor, en lo que no cuenta, una virgen sencilla, desposada con un varón justo, habitantes de los confines de la tierra, para manifestar tu amor a la humanidad. María, Virgen Inmaculada, te acoge en su seno. Te encarnas en ella y te haces hombre en una mujer a quien, generación tras generación, proclamamos dichosa por haber creído en tu Palabra.

12.08

Adviento VII

7 de diciembre
Sábado I de adviento

Is 30, 19-21.23-24 Se apiadará a la voz de tu gemido

Exponle al Señor tus afanes y él te dará todo lo que pida tu corazón. El Señor te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso. Tus ganados pastarán en anchas praderas. En toda la tierra habrá ríos y cauces de agua, que brota con tu bendición.

12.07

Adviento VI

6 de diciembre
Viernes I de adviento

Is 29, 17-24 Los oprimidos volverán a alegrarse con en Señor

Hazme, Señor, instrumento de tu alegría ante la humanidad pobre y desamparada, ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea en medio de nuestro mundo instrumento de tu bondad, de tu misericordia, de tu concordia, de tu alegría, de tu paz.

12.06

Adviento IV

4 de diciembre
Miércoles I de adviento

Is 25, 6-10 Arrancará

Arranca, Señor, el paño que cubre mis ojos, arranca, Señor, los velos de mi ceguera, arranca Señor, mi corazón de piedra, aniquila mis muertes con tu vida. Hazme arrullar como una paloma, pues escucho la melodía de tu amor en celo, hazme brincar como un cervatillo, pues olisqueo tu venida lleno de gloria y majestad en la carne pobre y perdida de la humanidad.

12.04

Adviento III

3 de diciembre
Martes I de adviento

Is 11, 1-10 Brotará un renuevo

Y así es, Señor, en medio del invierno tu Iglesia brota renovada en medio de nuestra humanidad, y se muestra como madre llena prudencia, de sabiduría, dando su consejo y su valentía, manifestándose llena de tu amor, juzgando a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados, rica en misericordia. Y todos contemplan admirados, pasmados y enternecidos el obrar de tu espíritu, que nos sigue desconcertando.

12.03

Adviento II

2 de diciembre
Lunes I de adviento

Mt 8, 5-11 Ven

Qué alegría, Señor, cuando escucho tu llamada: ¡ven! Y aunque no la escuche claramente, la intuyo, porque arde en mi corazón el deseo de ti: ¡ven! Y aunque no la escuchara en absoluto querría que el recuerdo de tu gozo me sepultara como los copos de nieve y pudiera morir helado yendo a ti, aún sin saberlo, mi joya y mi gloria, mi danza sin fin.

12.02