9 de diciembre
Viernes II de adviento
Is 48, 17-19 Yo el Señor, tu Dios
Tú, el Señor, mi Dios, haces que mi paz sea como un río caudaloso, que riega el valle con la bendición de tu fecundidad; haces que el deseo de justicia sea inagotable, como las olas del mar; haces que la descendencia de mis entrañas sea incontable, como las arenas de la playa o las estrellas del cielo, pues mi fertilidad está en ti, Tú, el Señor, mi Dios, me das la luz de la vida, haces que cuanto emprenda tenga buen fin mientras camine por tus caminos. Tu camino, que lleva a la cruz, es fuente de resurrección fecunda, de luz, de paz, de justicia, de vida.
2 opiniones en “Adviento XI”
Comentarios cerrados.
Adviento: palabras llenas, palabras fecundas. Gracias
Como un vendaval apareces trastocando cuerpo y alma, me intentas guiar, me hablas y giras tu rostro hacia mí que en un empeño inútil por huir de tu poder te aniquilo por momentos sabiendo que esperarás con paciencia infinita a que tu presencia se convierta en una caricia interminable.