30 de marzo
Lunes V cuaresma
Jn 8, 1-11 El que esté libre de pecado que tire la primera piedra
Mirar el corazón de la mujer con tu misma mirada; llena de misericordia, de justicia ( la justicia que no entienden los hombres siempre dispuestos a proferir condenas), de compasión, de salvación, de exigencia, de verdad: “No te condeno. Anda y en adelante no peques más”. No juzgar para no ser juzgado; no condenar para no ser condenado. Desde tu corazón abierto a la paz y el perdón.
Hoy contemplamos en el Evangelio el rostro misericordioso de Jesús. Dios es Amor, y Amor que perdona, que se compadece de nuestras flaquezas, que salva. Se dice que hoy día se ha perdido el sentido del pecado. Muchos no saben lo que está bien o mal, ni por qué. Es lo mismo que decir —en forma positiva— que se ha perdido el sentido del Amor a Dios: del Amor que Dios nos tiene, y —por nuestra parte— la correspondencia que este Amor pide. Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno… En adelante no peques más». Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más!
Ser capaz de ver en mi interior lo que te ofende Señor, y reconciliarme hasta setenta veces siete contigo y perdonar a quien me causa dolor, por profundo que este sea, ¿que otra forma hay de amar a mis hermanos? si no soy capaz de perdonar como podré pasar página y soltar los lastres que me impiden ir a Ti?