24 de marzo
Martes IV cuaresma
Jn 5, 1-3.5-16 Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina
Me tienes a mí, te dice el Señor ante tu imposibilidad, tienes la fuerza de mi persona que se acerca a ti y te pregunta “¿quieres quedar sano?”, tienes la fuerza de mi palabra que te dice “levántate, toma tu camilla y échate a andar” tienes la fuerza de mi salvación, que te ofrezco para que haga mella en tus parálisis y, en el momento, comiences a caminar. Siguiéndome. Abandonado en mi.
Hoy, al escuchar el Evangelio durante la misa, he querido dar gracias a Dios por todas las personas que me han ayudado a llegar a la piscina, que me han llevado, que me han empujado cuando mi paralisis no me dejaba hacerlo sola. Personas con nombre y apellidos, con rostro, conocidas, cercanas, pero que ahora me doy cuenta que en ellas estaban los ojos de Jesús que me miraban, las manos de Jesús que me empujaban, la boca de Jesús que me hablaba y que a través de todos ellos me quiso llevar a Él.
Gracias, Señor, por todas esas personas que Tú y yo sabemos y que siguen estando muy cerca de mí.
Haz, Señor, que yo también sepa escuchar al que me pide que le acerque a ti y a tu Palabra, ellos confían en mí.