5 de septiembre
Miércoles XXII
I Cor 3, 1-9 Nosotros somos colaboradores de Dios
Mi corazón una acequia en tus manos, que tú conduces donde quieres, que riega la tierra que tú has preparado; mi cuerpo barro en tus manos de alfarero, para que dispongas mi forma y moldees lo que deseas de mí; frágil vasija de barro, instrumento tuyo; siervo inútil soy, buscando cada día hacer tu voluntad. Que me olvide de mí mismo, que no me engría, que no me crea nada, sino criatura tuya, desaparecida, desapercibida, en tus manos de Padre.