14 de diciembre
San Juan de la Cruz
Salmo 1 El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
El alma que anda en amor ni cansa si se cansa.
Comentarios diarios a la Palabra de Dios, que ayuden a rumiarla y encarnarla
13 de diciembre
II jueves de adviento
Is 41, 13-20 Te agarro y te digo:
No temas, yo mismo te auxilio, no temas, hermoso mío, paloma mía, ven a mí. Tú eres pequeño pero favorecido, tú alondra de eternos horizontes, tú en mi mirada eres danza sin fin, el destinado al amor, en los brazos de tu Padre, de tu Salvador, de su Espíritu. Tan tierno y tan entrañable es tu Dios que te llama consolador de los afligidos, cedro del Líbano, acacia, mirto y olivo fecundo. Tú quieres que todos vean que tú eres el Señor, el que nos has creado y nos sostienes tan inexplicablemente, con la poesía de tu gracia redentora.
12 de diciembre
II miércoles de adviento
Is 40, 20-31 El da fuerza al cansado
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré, yo daré fuerza al cansado, acreciento el vigor de quien no tiene. Los que esperan en el Señor, nos dices hoy, renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse. Tú el Salvador, el Mesías, el Señor, me das piernas de gacela, me haces caminar por las alturas. Para dar una palabra de consuelo y de fortaleza, tu Palabra, a quien está cansado en el abismo de la muerte.
11 de diciembre
II martes de adviento
Is 40, 1-11 Consolad, consolad a mi pueblo
Seamos bálsamo para todos los afligidos, para todos los oprimidos, para todos los marginados, para todos los desfavorecidos, para todos los parados, para todos los separados de su centro, para todos los que teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen que tú eres el consolador, un Dios misericordioso, rico en piedad, y que nosotros somos tus siervos, instrumentos en tus manos para consolar con el consuelo que tú nos consuelas, Señor.
>10 de diciembre
II lunes de adviento
Is 35, 1-10 Se regocijarán
Así llega tu Palabra hoy, anunciándonos el regocijo del desierto y el yermo, de la parte seca- y bien reseca- de mi ser, que se cierra al agua de tu abundancia. Ahí me llamas. A regocijarme y a alegrarme, porque en medio del desierto de mis esperanzas tu venida me va a hacer florecer como flor de narciso, que desprende todo su aroma para alabarte. Con la belleza que procede de ti me alegro y me gozo en mi Señor. Que eres Tú, mi amor.
9 de diciembre
II domingo de adviento
Lc 3, 1-6 Preparad el camino del Señor
Allana tus senderos, eleva tus valles, endereza lo torcido, iguala lo escabroso. Despójate de tus vestiduras de triunfo, renuncia a tus pretensiones. Sumérgete en lo escondido, en lo desconocido, en lo oculto. Date sin esperar nada a cambio. Renuncia a toda posesión, desenmascárate, quítate las armaduras. Ríndete en paz, sin avaricias. Con docilidad y dulzura, olvidado de ti, prepara los caminos del que está viniendo para salvarte.
8 de diciembre
Inmaculada Concepción de María
Lc 1, 26-28 Alégrate María, llena de gracia.
Alégrate, ya no hay motivo para la tristeza. Alégrate, no temas, el Señor está contigo. No temas, porque viene a lo mas profundo de tu ser y entra en tu seno, que ahora ya es seno de salvación, de liberación, de dicha sin fin. Manantial de vida y abundancia. Alégrate porque de la Inmaculada recibes al redentor de tus pecados.
7 de diciembre
Viernes I de adviento
Is 29, 17-24 Pronto muy pronto
Inminencia, cercanía, un ya. De un mundo al otro hay tan solo un instante. De ti a mí una fugacidad eterna. Estás a la puerta y llamas. Estás viniendo. Con la dinámica transformadora de la salvación. Con la fuerza de tu debilidad. Con la belleza humilde que pasa desapercibida. Transfiguras todo, todo lo llevas al más allá del más acá. Los ciegos ven, los oprimidos se alegran y danzan los cojos en el desierto convertido en vergel.
6 de diciembre
Jueves I de adviento
Is 26, 1-6 Abrid las puertas
Abre las puertas, suelta los cerrojos, derrumba las murallas y baluartes, para que entres en la fortaleza de mi moradas ignotas, en el mar profundo y abisal donde yacen mis oscuridades. Abre las puertas, derrota mis resistencias, vénceme y lléname de ti, roca perpetua donde se asienta el mundo. ¡Ven. Señor Jesús!
5 de diciembre
Miércoles I de adviento
Is 25, 6-10 Un festín de manjares suculentos
Es lo que preparas para mí, para tu elegido. Un festín de manjares suculentos, un festín de vino de solera. Manjares enjundiosos, vinos generosos. Y tu abundancia me emborracha, me sacia, colma mis anhelos. Tu generosidad abisma mi corazón en los horizontes infinitos de tu amor. Me trastornas, me consumes, me derrotas, me aligeras de mi mismo. Aquí está nuestro Dios. Celebremos y gocemos con su salvación. ¡Ven. Señor Jesús!