Fe del corazón

30 de noviembre
San Andrés

Rm 10, 9-18 Por la fe del corazón llegamos a la salvación

En el corazón, la fe; la fe entrañada, anidada en el corazón, bombeando confianza a todos los rincones de mi ser. La fe en Ti, Señor; la confianza en ti; la seguridad de tu amor recorriendo cada rincón de mi cuerpo, cada instante de mi tiempo, cada destello de mi pensamiento. La fe de saberte vivo y vivificándome, aunque no sepa cómo. La fe que me mueve hacia ti, Señor. La fe que no es en primer lugar creencia de una doctrina sino experiencia de mi ser en tu ser. La fe del corazón, en tu corazón herido.

Alzad la cabeza

29 de noviembre
Jueves XXXIV

Lc 21, 20-28 Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación

En medio del terremoto existencial, del derrumbe de todo lo conocido, de la crisis mundial de dimensiones inabarcables. En medio de la tormenta social y económica. Allí donde solo parece que reina el caos y el desconcierto; donde no existen parámetros posibles de comprensión. En un mundo desmoronado está la oportunidad: solo hay que levantarse, alzad la cabeza y contemplar a Cristo que se acerca como liberación de toda esclavitud y falsedad.

Grandes y maravillosas

28 de noviembre
Miércoles XXXIV

Ap 15, 1- 4 Grandes y maravillosas son tus obras, Señor

El que esta mañana respire el aire de tu aliento; que abra los ojos y pueda contemplar las maravillas de tu amor, esparcidas por la noche llena de estrellas, que va dando paso al clarear del día. Que el cielo se abra y lluevan tus bendiciones en lo más sencillo y cotidiano, en lo pequeño y singular, en lo que constituye en entramado de la historia del hombre, de la historia universal, de la historia de salvación donde sólo tú engendras belleza singular. En el seno del ahora, en el útero de la realidad, en la entraña de mi ser, grandes y maravillosas son tus obras, Señor.

Destrucción

27 de noviembre
Martes XXXIV

Lc 21, 5-11 Todo será destruido

Nada puede ser destruido si no hay nada más que el todo que permanece en ti. Todo puede ser destruido cuando todo es la superficialidad, la banalidad, la inconsistencia, lo insustancial, lo efímero, lo caduco de la vida donde ponemos nuestros apegos. No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido. Solo tú, en la intimidad más íntima del ser, allí en la profundidad donde renace la paz, solo tú permaneces por los siglos de los siglos. Amén.

Desprenderse de sí

26 de noviembre
Lunes XXXIV

Lc 21, 1- 4 Ha echado todo lo que tenía para vivir

Echar mi vida: ponerla a disposición del más necesitado, del pobre, del afligido, del que no tiene. Dar, donar, donarme. Sin esperar nada a cambio. Sin medir las consecuencias. Confiando solamente en Ti, Señor, en tu generosidad que no tiene límites ni medida. Contemplando el darse de tu amor en la cruz. En estos tiempos de crisis económica, ante tanta necesidad, darme, Señor, y darte en el prójimo mi ser, lleno de tu riqueza, lleno de la abundancia con que tú me regalas.

Ojo que ve

25 de noviembre
Jesucristo, Rey del universo

Ap 1, 5-8 Todo ojo lo verá

Todos reconoceremos, Señor, en el último día –que es hoy mismo- tu poder real, tu dominio de siervo; miraremos al que traspasaron, al colgado de un madero, al crucificado en el trono de la gloria, y comprenderemos que tu Reino no tiene fin, que eres eterno, que no conoces el ocaso, que tu aurora permanece en nuestras vidas. Tú, Señor, eres el rey del universo, sencillo y manso como un cordero santo. A ti la gloria por los siglos de los siglos, amén.

Aliento

24 de noviembre
Sábado XXXIII

Ap 11, 4-12 Un aliento de vida entró en ellos

Soy ser porque tú me alientas, Señor, y me das la vida con tu Espíritu de vida. De mis muertes me sacas con tu aliento. Tu aliento me llama a ser vivo en el don de tu ser para mí. Tu aliento me alienta, me renueva, me reconstituye. ¿A dónde iré dejo de tu aliento? ¿Por qué soy tan torpe para entenderme en ti, y recocer el soplo de tu creación, la brisa de tu amor?

Alimento

23 de noviembre
Viernes XXXIII

Ap 10, 8-11 Cogí el libro y me lo comí

Nutrirme de tu ser, alimentarme con tu palabra, dejar que se haga en mí, que me haga para ti. Abrir mis ojos a la lectura de tu Palabra, mis oídos a la escucha de tu Palabra, acercarme a la puerta en la que me estás ofreciendo las maravillas de tu amor con nosotros, la narración de tu salvación en la historia, que es mi historia de salvación. Calle mi carne ante ti, Señor, y sea mi carne canto de alabanza para tu gloria.


Calle la carne

21 de noviembre
La prestación de la Santísima Virgen

Za 2, 14-17 Calle toda carne ante el Señor

En silencio. En tu silencio. En el silencio. Presentarme ante Ti. Ser presentado. En el silencio que todo lo abarca, que lo renueva todo, que lo transforma todo. En el silencio del universo creado por ti. En el silencio con el que antes de la creación del mundo has dispuesto que sea para ti, que en ti sea, me mueva, exista. En el silencio de tu templo encarnado, para proclamar tu grandeza y alegrar mi Espíritu en el que me alegra. Que calle mi carne y muera yo.