3 de julio
Santo Tomás
Jn 20, 24-29 Hemos visto al Señor
Con la certeza cierta e inexplicable, lo dice el alma inflamada en tu presencia real, lo canta la lengua hecha pedazos por no poder expresar tanta verdad vivida, hemos visto al Señor, estás vivo, nos da la vida. Tomás, abre los ojos que van más allá del mirar, escucha sin tus oídos, toca lo que no pueden alcanzar tus manos, huele su paso misterioso, gusta qué bueno es el Señor en tu vida. Dichosos los que crean si haber visto.
En el misterio más claro
En la certeza más oscura
Ahí estas alcanzándome
Llevando mi mano a tu costado
¡¡Tengo plena certeza de verte todos los días!! En los acontecimientos diarios, en la fracción del Pan, ni que decir en todo lo creado (para mi es un deleite sin fronteras). Puedo decir que soy afortunada de haber recibido ese Don tan maravilloso que es la FE, la cual intento cultivarla y alimentarla a diario.¡¡Gracias Señor por tu manifestación!!
“Señor mío, y Dios mío”
Manos y dedos cubren mis ojos
y así camino ciego, suponiendo tanto;
buscándote cauto hasta flaquear
por Tu ausencia desde la hora de la cruz:
madero, dolor y quebranto.
Dudas del alma sofocan mi ansia
y, entonces, cual Tomás extraviado,
desdeño en mi mente rencorosa
Tu historia desde la hora de Belén:
de pobre Niño a Jesús resucitado.
Manos temerosas de Tu costado,
dedos incrédulos que esquivan Tus heridas,
costado y heridas de prójimos cercanos
que demandan desde la hora de mi fe:
entrega, renuncia y vida.