24 de septiembre
Martes XXV
Lc 8, 19-21 Mi madre y mis hermanos son éstos:
…los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra. Escuchar tu palabra y encarnarla. Ser tú, desaparecer. Ser tus ojos para mirar con bondad todo lo que crece, todo lo que respira, todo lo que se mueve, todo lo inerte, todas las estrellas, todo el firmamento, toda la creación. Ser y boca para decir una palabra de consuelo al pobre, para proclamar la buena noticia y el año de gracia. Ser tus manos para acariciar, dar calor y vida, sanar y salvar, levantar y recrear. Ser tú y dejar de ser yo.
¡¡Qué responsabilidad más grande!! Tenemos que ser portadores, no sólo de boca, sino de corazón de la Palabra. Ella nos hace estar más cercano a los hermanos, sobretodo a los dolientes.
Dame un hermano con quien compartir el silencio que provoca tu mirada
Ser tus lágrimas para ahogarme en ellas
ser tu silencio para romper mi palabra vana
ser tu mirada para ver lo real en tus ojos
ser en ti para no ser en mí más.