16 de noviembre
Viernes XXXII
Lc 17, 26-37 El que pretenda guardar su vida, la perderá
Torpe y duro de corazón para comprender esta verdad, que se hace tan manifiesta cada día. Cuando vacío mi orza de aceite tú la llenas, cuando pongo la fe en ti, y no en mis realizaciones, tú me aumentas la fe y me das la vida verdadera; cuando se me siervo inútil me libero de mí mismo, y al no esperar nada recibo todo; cuando me postro ante ti desaparezco y me recobras en tu amor crucificado; cuando se que no vienes espectacularmente tu Palabra llega cada día y llena la vida de tu luz encarnada.
¿Cuándo fue que me alcanzaste?
Cuanto más te siento, más prisa tengo por encontrarte
¡¡Señor, mi vida te pertenece!!
Solo deseo hacer buen uso de ella.
No apegarme a nada, unicamente a Ti.
Ya que mi gran consuelo eres tú.
¡¡Gracias por la vida recibida en el Amor!!
No mirarte
Ser mirada
No quiero guardar mi vida. Mi vida es tuya, Señor, haz de ella lo que quieras. Dejame regalarla, dejame repartirla, dejame que la pierda con los demás, de esa manera la ganaré.
Pongo mi vida en tus manos. Dejame descansar en tu voluntad.