30 de marzo
Miércoles de la octava de Pascua
Lc 24, 13-35 ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?
Oh llama de amor vivo, que tan profundamente hieres mi alma en el profundo centro, pues ya no eres esquiva apaga ya si puedes tanto deseo de arder en ti, y desaparecer consumido en el fuego de tu amor. Solo tu fuego apaga mi sed, solo tu palabra llena mi silencio, solo tu presencia rompe tu ausencia, solo tú, Señor, me haces reconocerte al partir el pan, al hacerme pan contigo.
Con la certeza de que Jesús está vivo en cada uno de nosotros, le ruego por los hombres del mundo entero, para que reine la Paz, la Justicia y el Amor.
Lo simple
Lo evidente
Lo cotidiano
No se ve