Pascua III

27 de abril
Miércoles octava de Pascua

Lc 24, 15-35 ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?

Arde mi corazón con tu palabra, Señor, aún cuando no se que es tu palabra; arde mi corazón con tu presencia a mi lado, aún cuando no soy capaz de comprender que caminas conmigo. Arde mi corazón, Señor, porque entra en el lenguaje del anhelo, que intuye que estás, aunque no lo comprenda. Invisible a los ojos, lo esencial se manifiesta cuando partes el pan, y se me abren los ojos del corazón, en el amor.

Autor: Nano SM

Religioso Marianista, sacerdote. Actualmente trabajo en la pastoral de un colegio en Madrid, precisamente donde estudié y sentí la llamada a la vocación religiosa. Desde hace tres años escribo cada día un comentario a la Palabra de Dios, que me ayuda a encarnarla y a darla a los demás. De alguna manera participo en la misión de María, dando a Jesús, dando su Palabra.

3 opiniones en “Pascua III”

  1. «Señor, así me hablas: ¡tantas veces Te he llamado y tú no me has oído! ¡tantas veces me he mostrado y tú no Me has visto!… ¿por qué no puedes alcanzarme a través de los objetos que palpas? ¿o respirarme a través de tus sentidos? ¿por qué no me ves? ¿por qué no me oyes?… » (Ibn’Arabi). El Evangelio de hoy nos enseña a estar atentos a las señales para que no pasemos por el mundo ignorando Su presencia.

  2. Aunque muchas veces no te vea cerca de mi, sé que lo estás en todo y cada uno de mis actos, es lo que deseo. No hace falta cosas extraordinarias, lo haces en lo cotidiano, cuando te veo en los dolientes, en los hambrientos en los parados, en los menesterosos. Sé que debo prestar más atención a tu presencia real en ellos y en la Eucaristía. ¡¡Gracias por tu manifestación Señor!!

  3. Arde mi corazón con tu palabra, Señor, y me cuesta trabajo reconocerte que caminas a mi lado.
    Me gusta acercarme al camino con los dos de Emaús, me gusta caminar con ellos, escuchar tu palabra y compartir el pan, llenarme de tu presencia, reconocerte a mi lado, que arda mi corazón en el silencio para que solo sea tu palabra la que conduzca mi vida y solo sea tu compañía la que tenga en el camino.
    Sintiendote a mi lado y ardiendo mi corazón, podré acompañar a los demás para que todos puedan reconocerte resucitado.

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