29 de diciembre
Octava de navidad
Lc 2, 22-35 Mis ojos han visto a tu salvador
Ciego por haberte visto, mudo por haberte visto, paralizado por haberte visto, y sin embargo eres mi luz, mi palabra, mi agilidad, y tu espíritu me da la vista, rompe mi lengua en el silencio, me hace caminar por las alturas, como corzo asustadizo que al mínimo ruido salta y sube, sin distraer su mirada, posada en las alas de tu águila. Tu Palabra me da vida, confío en ti, Señor.
¡Mis ojos han visto a tu salvador!
Que nunca me separe de Él.
Él, me alienta, me ilumina, me llena de gozo y sentido mi vida.
Un ruego Señor; guía éste mundo por el camino del bien y la solidaridad.
Tú has venido por todo, que nadie se pierda sin tú Luz.
… y el Espíritu le llevó hasta el Hijo de Dios y habiéndose completado el Misterio murió