3 de febrero
Martes IV
Hb 12, 1-4 Una nube ingente de testigos nos rodea
Pongamos una mirada de fe a nuestro alrededor y abramos los ojos a tantas personas que son testigos de Cristo en medio de nuestro mundo: cercanas y lejanas, conocidas y desconocidas, rostros anónimos que construyen el rostro de Cristo en medio de nuestro mundo. Te damos gracias, Señor, por todos ellos, tienen fijos los ojos en Ti, Señor. Y su mirada te transparenta. Gracias.
Hoy, leyendo este comentario vienen a mi memoria las personas, testigos de Cristo, que están a nuestro alrededor, conocidas y desconocidas, hombres y mujeres con nombre y apellido que nos muestran a Cristo con su palabra y su vida, que han sido elegidas por Dios para enseñarnos.
Algunos de esos testigos de Cristo son los que nos han llamado a escucharle, nos han enseñado y nos han llevado a Él. Gracias por ellos, Señor. Yo también quiero ser testigo de tu palabra.