30 de noviembre
I domingo de adviento
Is 63, 16b-17; 64, 2b-7 Bajaste y los montes se derritieron
Bajaste, señor, y los montes se derritieron, las aguas se transformaron en rocas de pedernal que nutrían con tu fuego las entrañas de la tierra. El ser, mi ser, a quien tu vienes a redimir, a visitar, a abrazar en tu danza de amor eterno, ¿cómo puede mantenerse en pié y no caer abrasado por la lava de tu presencia? Me derrite tu espera, el anhelo de tu venida. ¿Qué será cuando te muestres en plenitud verdadera?
Adviento. Tiempo de espera, tiempo de esperanza… Esperanza de lo que ha de venir. Esperanza compartida con María. Tiempo de esperar junto a ella, tiempo de preparar con ella y con su ejemplo nuestro corazón anhelante de tu presencia, Señor.
Ya llegas, Señor, ya vienes, ya estás cerca. Abre mi corazón a tu amor. Llena mi corazón de esperanza.
Feliz Adviento. Feliz espera.