28 de abril
Lunes II de Pascua
Jn 3, 1-8 Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Solo tú, Señor, puedes hacerme nacer de nuevo. Para ti no hay nada imposible. Tu Gracia, que vale más que mi vida, me renueva continuamente, transforma mi corazón de piedra en un corazón de carne y lo pone a latir con la fuerza de tu espíritu. Cada día me renuevas, pero n no se trata solo de renovación, sino de nacimiento y resurrección. Morir a mi carne muerta para resucitar en ti a una vida nueva, recién nacida. Dame a luz, Señor, dame tu luz.
Me pides nacer a la Gracia, al Amor incondicional.
Sé que todo lo puedes y constantemente me das signos de Vida y Esperanza.
Prepara mi ser a estar abierta siempre a tu Gracia.
Morir a todo lo que no sea digno, del nuevo Reino que has instaurado para gozo de tus hijos.
Oigo tu risa cuando me alcanzas con un guiño misterioso