19 de septiembre
Jueves XXIV
Lc 7, 36-50 Me ha lavado los pies con sus lágrimas
Hazme tú, Señor, agua agradecida para tus pies, agua arrepentida que nace de mi interior, agua mansa que te sirva en lo más sencillo; que mis cabellos se transformen en amor que te enjuaga por amor; que mis besos te cubran crucificado, en los que ahora están crucificados por mi falta de compasión. Hazme ungüento perfumado para tu alabanza. Te beso como Judas, te amo como María Magdalena. tú me perdonas mucho, mucho quiero amarte.
En ti amanecer,
en ti luna llena,
en ti dejar de ser
ya sol luz ya noche
Gloria a tu misteriosa teofanía.
«Me ha lavado los pies con sus lágrimas.»
Qué nunca me olvide Señor, de tantos hermanos que son tu cuerpo, que me preocupe ser ser
un ungüento para sus heridas, una palabra de aliento para su soledad, una caricia para sus angustias.
Ellos nos necesitan. ¡Gracias Señor por espabilar nuestros corazón!
Señor,concédeme el don de las lágrimas para que no olvide que solo el agua lava el pecado; dame un corazón que se arrodille ante ti y levante al hermano; mírame con misericordia cuando me abandone al desánimo y no permitas que olvide que solo en ti encuentro la vida.