21 de diciembre
III viernes de adviento
Lc 1, 39-45 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Levántate, amada mía, paloma mía, ven a mí. Trae en tu seno a mi amado, cervatillo que atisba con mirada de amor. Trae a mi amado y regocíjame con el gozo de la primavera en el invierno, de las flores de la vega, del arrullo de la tórtola, de los frutos en la higuera, de la viña en flor. Blanca paloma, que anidas en los huecos de la peña santa, déjame ver tu figura encinta de salvación, déjame escuchar la dulzura de tu voz proclamando la grandeza del Señor, frágil como un pichón.
El gozo y la alegría de Isabel, debe ser también el nuestro.
Ella, nos acompaña siempre, nos ayuda a ir a su Hijo.
Ahora en ésta conmemoración de su Venida, espero estar muy atenta y preparada.
gracias por el arrullo de la paloma
Ni me esconderé en la roca, ni vagaré por cerros
saldré a tu encuentro y cuando te sienta
me encerraré contigo y saldré fuera