28 de junio
XIII domingo
Sab 1, 13-15 Dios creó al hombre para la inmortalidad
Siendo rico, Señor, te hiciste pobre para enriquecernos con tu pobreza. Me has librado, me has rescatado, has sacado mi vida del abismo, cambiaste mi luto en danzas, me has curado, me has hecho revivir…todas estas frases, sacadas de tu palabra, hoy domingo, o evocadas en mi oración, me hacen decirte que te daré gracias por siempre, que tras la muerte, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas.
Josefa escribe:
Me impresiona mucho éste pasaje del Evangelio, ésta mujer que se sabe inferior a los demás, pero no le importa se acerca y busca la forma de tocar a Jesús. Admiro su Fe, creo que esa debe ser mi actitud, depositar toda mi confianza en Dios, en todos los momentos de mi vida.
Y humildemente le pido que me limpie de todo lo que me aleja de Él.
Sin articular una sola palabra, sin suscitar la atención de aquellos que rodean a Jesús, la mujer del Evangelio confía en Él. Su profunda fe le hace tocar su vestido. Y al rozar su manto quedar curada.
¡Confiar en Ti, Señor, y entregarte todo aquello que nos causa inqietud y angustia! También las alegrías.