4 de septiembre
Martes XXII
Santiago 5, 1-6.9-11 Todos sois hijos de la luz
Concebidos en tu luz, señor, bañados por la claridad de tu presencia, que no conoce el ocaso en nuestras vidas, aunque pasemos por la noche oscura. Sabernos hijos de la luz, iluminados. Tu luz que ya está en el centro de nuestro ser, tu luz dada, tu luz reglada. Luz solo oscurecida por nuestras sombras. Solo volver a tomar consciencia de tu luz, que nos habita, puede restaurar nuestro ser herido. Tu Señor, eres mi luz y salvación, ¿a quién temeré?
¡¡Qué regalo más grande sabernos guiados por tú luz Señor!!
Has que nunca me separe de Ella, que siempre guie mi vida, aunque tropiece, ella me ayuda a reencontrarte.
Me llegó muy honda la meditación de la palabra Nano, gracias.
Gracias Nano por tu comentario diario de la Palabra.
Es estimulante encontrar una reflexión aleccionadora, frente a la vacuidad que nos rodea. Gracias.
En las tardes plomizas de oscuros deseos
agazapado, esperando que abra la puerta
Él me espera para llevarme allí donde no hay ocaso
«¿a quién temeré?» A mí mismo por mis distracciones, dudas, cansancios, inseguridades; a mí mismo por mi mediocridad cristiana. «Tu Señor, eres mi luz y salvación». Nadie y nada más.