27 de diciembre
San Juan, apóstol y evangelista
I Jn 1, 1-4 Lo que contemplamos
Préstame tu voz, silenciosa y solitaria, para contar sus maravillas.
Señor, permite que abramos nuestro ojo interior y recordemos el día en que soplaste la vida en nosotros, que nuestros oídos te oigan y nuestros ojos te vean en los demás. Porque contemplé tu luz en el desierto y me cegó tu luz en las alturas. Desde entonces me das un león para sentarme a su lado, una serpiente para acariciar sus curvas y un oso para atravesar el campo, y siento tu aliento guardando el mío.
¡¡Gracias por la meditación!!
Le pido a Jesús fidelidad, amor y entrega en mi vida.
Que nunca me extravíe de su Luz, y que sepa ser portadora de su palabra.
Las montañas gritaban ¡aquí estoy!
y el cielo era tierra
y la tierra saltaba de alegría
En el silencio, en soledad compartida
ante el dueño de todo
se estremecía la vida
Viviendo la Navidad. Descubriendo a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Cuidando y acariciando a un niño recién nacido que necesita de nosotros. Contemplando a un niño que es Dios hecho hombre. Adorando a Dios que ha venido a nuestros corazones. Haciendo vida en nosotros el amor inmenso del Padre. Mirando a nuestro hermano pobre, hambriento, al que está solo, al que llora y pasa frío, al que está fuera de su tierra… Ahí está Dios. Eso es Navidad.