27 de febrero
Miércoles II de cuaresma
Salmo 30 Tú eres mi Dios
Así es. Tú eres mi Dios. Solo procedo de ti. Solo voy a ti. Solo tú Señor, eres el lote de mi heredad y mi copa. Mi suerte está en tu mano. Mi corazón es una acequia en tus manos, me conduces, me cobijas, mi fortaleza, mi escudo, mi refugio, mi consuelo, mi creador, mi salvador. Me quedo en silencio, suspendido, ante tanta verdad: tú eres mi Dios y Señor.
Tu ser es tu ser
Creador y Salvador
En el que somos
¡Tú eres mi Dios! Te lo digo de corazón.
En mi vida no existe nadie más que Tú.
Guíame siempre por tus caminos, no dejes que me desvíe de la verdad.
El amor es el único patrimonio que nos hace ricos
Así es. Tú eres mi Dios… Tú eres mi fuerza, mi descanso, mi paz… Tú eres el bastón donde me apoyo, los brazos en donde me cobijo, la mano que me recoge cuando caigo, la caricia que me consuela, la sonrisa que me llena, el amor que no se acaba… Tú eres mi Dios, el que me quita los miedos, el que me hace más fuerte… Sin ti, Señor, no sería nada, no podría nada… Tú eres mi Dios y Señor… Ahora me quedo en silencio a tu lado y te escucho.