26 de febrero
I domingo de cuaresma
Mc 1, 12-15 El Espíritu impulsó a Jesús al desierto
El desierto lugar del silencio, de la soledad, del abandono, del vacío, de la renuncia, de la imposibilidad, del radical despojamiento, de la tentación de ser más que Dios en el desierto. El desierto de la fertilidad de la fecundidad, del encuentro, de la seducción, del amor silencioso y solitario en compañía, de la confianza total, del aniquilamiento místico, de la cercanía del Reino de Dios. El desierto donde habitas, Señor, donde te encuentro.
Meditando éste evangelio, deseo tener una verdadera conversión, no dejarme llevar por las cosas vanas, estar más tiempo en tu presencia Señor, intentar de escucharte más.
Sé que sin la oración y la meditación diaria no lo consigo, pero no quiero quedarme solo allí, para mi es importante llevarte a mis hermanos dolientes, ser tus pies y tus manos.¡¡Lléname de tu gracia Señor!!
Has sellado con nosotros una alianza multicolor, un pacto de alegría tras la tormenta. Un arco que nos tensa y encamina hacia hacia tu luz.