10 de diciembre
Martes II de adviento
Is 40, 1-11 Consolad, consolad a mi pueblo
Consolad, consolad a mi pueblo, a eso llamas a tu Iglesia, a que sea consuelo de los afligidos y atribulados, de los marginados y empobrecidos, de los que buscan sin saber lo que buscan, de los hombres y mujeres de nuestro mundo que anhelan una buena noticia de salvación. Consolad con mi ternura y mi misericordia, consolad dando mi paz, consolad en mi nombre, pues no quiero que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Para ser consuelo de tu pueblo Señor, debo ponerme en la piel de los más desfavorecidos, las personas que por la avaricia de muchos lo pasan tan mal, los que son tratados mal, por nuestra indiferencia. Por todo ello, te pido perdón.
Dime: ¿Qué quieres que grite?