Ascensión del Señor
24 de mayo
Ef 1, 17-23 Ilumine los ojos de vuestro corazón
Es la oración de San Pablo que hago mía esta mañana en la que subes a la gloria del Padre. Dame, Señor, la sabiduría para conocerte, para presentir la gloria que me ofreces desde el cielo. Ilumina los ojos e mi corazón para comprender la esperanza a la que me llamas, participar contigo de tu vida eterna, en el seno de la Trinidad. Y que todo ello afecte a mi vida y me rinda a ti, Señor.
Tu Ascensión no es un abandono. Desde la diestra del Padre nos sigues ayudando en esa tarea que nos encomiendas: ‘Id y predicad el Evangelio a toda criatura”. Te haces presente en la Eucaristía y nos fortaleces con el Espíritu Santo. Ayúdanos a serte fieles en nuestra colaboración a tus proyectos.
Jesús asciende al cielo y mientras me quedo con la pregunta: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?. Nada, no hago nada, tengo que bajar los ojos al suelo y ponerme en camino para que las palabras de Pablo lleguen a hacerse mías y se iluminen los ojos del corazón.
Ahora, solo esperar, para que el Espíritu que Jesús ha prometido enviar haga su labor en mí y me haga recibir la fuerza necesaria para ser testigo de lo que he visto y vivido. Así podré ir por el mundo a proclamar el Evangelio.