Salmo I

14 de diciembre
San Juan de la Cruz

Salmo 13 Contempladlo y quedaréis radiantes

Contemplarte, Señor, toda ciencia trascendiendo. Contemplarte mientras tus ojos en mí tu gracia imprimen; contemplarte mientras hieres de mi alma el más profundo centro; contemplarte y decirte que adolezco, peno y muero; comteplarte mientras te pido que tomes el robo que robaste; contemplarte y pedirte véante mis ojos, pues eres lumbre de ellos, y solo para ti queiro tenellos. Contemplarte y quedar radiante.

(Foto Maribel Balius)

Adviento IX

13 de  diciembre
Lunes III de adviento
Números 24, 2-7.15-17ª  Con los ojos abiertos

Abrir los ojos, Señor, contemplar la luz de tu misterio, la hermosura de tu Palabra, el silencio de tu hacer, el insondable abismo de tu misterio, la dulzura de tu presencia manifiesta. Abrir los ojos para ver lo que está delante de los ojos, invisible. Tener los ojos de un niño para simplemente, ver en la claridad de tu presencia. Lo veo pero no es ahora, lo contemplo pero no será pronto.

Adviento VIII

12 de diciembre
III Domingo de Adviento

Santiago 5, 7-10 Tened paciencia, hermanos

Tened paciencia, una paciencia activa, una paciencia que se asienta en Ti, Señor, en la inminencia de tu llegada. Dame la paciencia del labrador, que aguarda paciente el fruto de la tierra.
Nada te turbe, nada te espante, la paciencia todo lo alcanza, solo Dios basta.
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del señor. Tened paciencia. Manteneos firmes, porque el Señor está cerca.

Tu rostro

11 de diciembre
Sábado II de adviento
Salmo 79 ¡Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve!

Restáuranos, repáranos, restablécenos en la belleza, en la verdad, en la bondad que nos ofreces. Ábrenos a ti, lucero de nuestras noches, color de nuestra mirada, alegría en nuestra tristeza, sostén de nuestra debilidad, esperanza esperanzada.

Isaías V

10 de diciembre
Viernes II de adviento

Is 48, 17-19 Si hubieras atendido a mis mandatos sería tu paz como un río

Tú me enseñas para mi bien, me guías por el sendero justo, por el honor de tu nombre. Tú, Señor, me conduces hacia fuentes tranquilas. Pero me cuesta creerlo, asimilarlo vitalmente, nutrirme de la certeza de que atendiendo a tus mandamientos mi paz sería como un río. Incluso me gustaría desprenderme incluso de la promesa, y solo amarte por ti, que eres la paz.

Isaías IV

9 de diciembre
Jueves II de adviento
Is 41, 13-20 Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay
La realidad que todos sabemos, que todos vemos, a la que todos nos podemos acercar. Los pobres y los indigentes buscan agua y no la hay, porque nosotros derrochamos. Ante esta realidad, tu verdadero derroche: no los abandonaré, alumbraré ríos en cumbres peladas, en medio de las vaguadas, manantiales, transformaré el desierto en estanques y el yermo en fuentes de agua. Escucho tu palabra, Señor; la acojo, ¿y?

Inmaculada

8 de diciembre
Inmaculada concepción de María

Lc 1, 26-38 No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios

Hermosísimas palabras que quiero paladear hoy, Señor, en la gran fiesta de tu madre, María Inmaculada. La humanidad se llena de gracia en tu Madre, pues la humanidad es colmada de tu presencia, que se hace carne en un vientre vacío, abierto, dispuesto. La humanidad aleja de sí el temor, pues a través de maría llegas tú, nuestra salvación.

Isaías II

6 de diciembre
Lunes II de adviento
Is 35, 1-10 Se regocijarán…

¿Qué puedo rumiar de tu Palabra, cuando tanto me regocija este adviento?  Mirad a vuestro Dios, sí mirad, trae el desquite; viene en persona, sí, en persona, y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Siguiendo al Señor, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

Isaías I

5 de diciembre
II Domingo de Adviento
Is 11, 1-10 Sobre él se posará el espíritu de Señor

Sobre el renuevo que está brotando, que apenas noto, que apenas despunta, sobre la vida que nace en la aparente sequedad, se posa tu espíritu. Espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Con la justicia como cinturón de sus lomos y la lealtad cinturón de sus caderas. Así, Señor, acogerte, para revestirme de tu espíritu y ceñirme en tu destino.