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 10 de septiembre
Lunes XXIII
Col 1, 24-2,3 Así completo en mi carne los dolores de Cristo
El dolor, físico, psicológico, moral, está presente en nuestro mundo, probablemente en nuestra vida. El dolor, que en sí debe ser evitado, pues Dios nos llama a vivir bienaventurados y felices, puede convertirse en una fuente de vida. Me puede ayudar a desprenderme de mi mismo, a reconocer mi limitación, a ofrecerme, a unirme a Cristo en la cruz. De nuevo, Señor, pongo ante ti a los que más sufren: ayúdame a ser, en tu nombre, vida para ellos.