El nombre

10 de abril
Martes octava de pascua

Jn 20, 11-18 ¡María!

Aquí estás, Señor, tan cerca, al alcance de la mano, lleno de vida, resucitado. Sin embargo, tantas veces, tantos días, tantos años, tantas pascuas, aún estando a mi lado, no soy capaz de reconocerte, como María, que “ve a Jesús de pié, pero no sabía que era Jesús”. Verte sin verte.  Saberte sin reconocerte. Necesitado de que me preguntes ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Deseando que digas mi nombre, para que tu voz conmueva lo profundo de mi ser y pueda exclamar “Maestro”; si, Señor, tú sabes que te amo.

Alegraos

9 de abril
Lunes Octava de Pascua
Mt 28, 8-15  Alegraos…no tengáis miedo; id y comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea

Comenzamos este tiempo de pascua llamados a la alegría, la alegría que brota de lo profundo del ser, la alegría del saberse partícipes de la plenitud que nos ofrece Cristo resucitado, que sale a nuestro encuentro. No tengáis miedo, estoy con vosotros, he vencido a la muerte, he vencido a vuestra muertes cotidianas. Alégrate, no tengas miedo…y vete a comunicar a todos que estoy vivo y presente en medio de la vida, en lo cotidiano. Allí me veréis.

Domingo de Pascua 2007

0408.jpg

Jn 20, 1-9 Hasta entonces no habían entendido la escritura, que él había de resucitar de entre los muertos

Has resucitado, Señor, y todo este día canta la dicha de tu vida nueva, de tu luz resucitada que ha roto las oscuridades y ha vencido la tiniebla de la muerte. Todo anuncia que estás vivo, la fe que proclama la Iglesia, la liturgia tan florida, la caridad sin límites de tantos seguidores tuyos que dan la vida, como tú, para que otros la tengan abundante.
Y seguimos, a veces, sin comprender lo que nos dice la escritura, y la vida. El triunfo de Cristo resucitado sobre el mal de este mundo. La fuerza de tu Gloria y el poder de tu resurrección. Haz que acojamos este misterio de vida y que transforme la nuestra. Aumenta nuestra fe en el poder de tu resurrección, Señor.

Vigilia pascual

8 de abril
Domingo de Pascua

Vigilia pascual

Lc 24, 1-12 ¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Has resucitado, Señor. Pero yo, como las tres mujeres, no lo se. Aún es de noche. Tengo dolor porque has muerto, por el fracaso, por que se han roto los sueños, las posibilidades, la ilusión, esa embriaguez del corazón que me producía saberte vivo… Voy a buscarte, tantas veces en mi vida, a las tumbas, a los espesos sepulcros de mi corazón. Necesito que alguien me pregunte por qué te busco entre los muertos, si estás vivo. ¿por qué no voy a la fuente de la vida, dónde te puedo encontrar? Resucítame en ti, Señor.

Viernes santo

6 de abril

Viernes Santo

Pasión según san Juan

E inclinando la cabeza entregó su espíritu

 Escucho tu pasión y muerte, Señor. Adoro tu cruz. Quedo en silencio ante tu vida rota y entregada por nosotros, para nuestra salvación. Viernes santo de amor, silencio y contemplación. Viernes santo continuado en medio de nuestro mundo, donde sigues crucificado con los crucificados de nuestro hoy. En la cruz , en su frágil debilidad, está la fuerza y el poder de una dinámica de vida y donación que excede toda nuestra comprensión. Me acerco a ti, Señor crucificado. Úneme a tu entrega total.

Jueves santo

5 de abril
Jueves Santo

Jn 13, 1-25 También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros

Este es el mandamiento nuevo. Y no lo has dicho solo de palabra, sino haciéndote tú, Señor, mandamiento nuevo de amor sin límites, desde abajo, lavando los pies, como un esclavo. Desde ahí, Señor. Quiero contemplarte hoy,  con ojos llenos de amor, del amor que tú mismo pones ante mi, al desplegar tu ser que se hace donación, que se hace servicio, desde abajo, con humildad, con una actitud de servicio sin límite.
Contemplarte en la eucaristía; contemplarte en esta hora santa. Reposarme ante ti y dejar que me unas a ti. Desde el amor.

 

 

 

Miércoles santo

4 de abril
Miércoles Santo

Is 50, 4-9 Yo no me resistí ni me eché a atrás

Contemplo, Señor, la actitud con la que afrontas la entrega de tu vida. No te resististe, Señor, no te echas atrás. Aceptas, Señor,  ser varón de dolores, ser siervo sufriente; aceptas, en silencio, sin abrir la boca, la humillación de ser acallado tú, que eres la Palabra. Aceptas, Señor, en el sufrimiento del Huerto de los olivos, sudar sangre de la tensión, que supone ser llevado el matadero. No te resistes ni te echas atrás. Si es posible aparta de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya. Úneme a ti, Señor. Ni resistirme a tu voluntad, ni echarme atrás. Aceptar humildemente, unido a ti.

 

Martes santo

3 de abril
Martes Santo

Jn 13, 21-33 Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar

Escucho tu palabra, Señor, este martes santo. Me voy preparando a celebrar tu pasión. Y tu palabra, que siempre resuena en mi corazón, me está diciendo que alguien, ¿seré yo Señor el que te va a entregar.?
Me pongo ante ti y voy repasando los momentos de mi vida, y ¡son tantos!, en los que te entrego, como Judas, o te niego, como Pedro. Cuento de entrada con tu misericordia y tu perdón. Y de ahí recibo la vida.

Lunes santo

2 de abril
Lunes Santo

Salmo 26 El Señor es mi luz y mi salvación

Ayer te bendecía. Hoy te reconozco como luz y salvación. Y esta semana va a estar marcada por la oscuridad de tu prendimiento, de tu pasión y muerte, que desemboca en la luz y la salvación que irrumpe, desbordando el día de Pascua. Quiero decir, sabiendo que hay que pasar por tu muerte, que eres la luz  y la salvación. Luz de nuestra vida, salvación que nos ofreces entregando la tuya. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?  El Señor es la defensa de mi alma, ¿quién me hará temblar? En ti confío, Señor. Te lo digo al inicio de esta semana, tan santa.

 

Domingo de ramos

 1 de abril
Domingo de Ramos

Lc 19, 28-40 Bendito el que viene en nombre del Señor

Con esta aclamación comienza la semana santa. Te bendecimos, Señor, y te alabamos. Reconocemos que eres el que viene en nombre del Señor, que eres el Mesías, el señor. Ahora, dos mil años después, ante el misterio pascual que vamos a comenzar en estos días, quiero empezar con esta aclamación, reconociéndote como Señor de mi vida, de mi historia; de nuestra vida, de nuestra historia; de la historia de salvación que se viene realizando en la Iglesia. Bendito eres tú, que das tu vida para que nosotros la recibamos de ti. Bendito eres, Señor.